Carnaval del Distrito Nacional

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domingo, 25 de noviembre de 2012

El rostro humano y la dimensión cultural del desarrollo


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El rostro humano y la dimensión cultural del desarrollo

25 DE NOVIEMBRE DEL 2012
Sandra Mustelier Ayala



El desarrollo tiene rostro humano y emerge del palpitar y la inteligencia de su pueblo. La cultura es el rasero y medidor supremo del desarrollo. Políticas de desarrollo que no incorporen las energías creativas de sus hombres y mujeres o que no prioricen la cultura, no podrán encontrar soluciones locales a problemas locales. Si imponemos modelos de desarrollo ajenos a la realidad nacional, y no se estimula la cultura propia del país, crearemos anomalías económico-sociales que pueden dar al traste con las mejores intenciones de los planes de desarrollo.

Aquel modelo occidental de desarrollo con enfoque  economicista, paradójicamente, nació como producto exclusivo de la cultura occidental, por aquella idea de progreso del movimiento cultural del siglo XVIII: la Ilustración. Idea asociada al mejoramiento del nivel de vida de la población.

Sin embargo, su esencia se desvirtuó. Por esa prioridad otorgada al cálculo económico estricto y a la rentabilidad a corto plazo, sin considerar los costes humanos y sociales, lo que ha devenido  causa de un mal desarrollo. La exclusión, la pobreza, el analfabetismo, el éxodo rural, la polarización social, son manifestaciones de este mal desarrollo. Y es que en el centro del desarrollo está el hombre y su cultura, analizado el ser humano como objeto y sujeto del cambio socioeconómico, en un contexto sociocultural que lo condiciona.

Desde la década de los 80´ la concepción del desarrollo dejó de tener, en el plano teórico, una perspectiva economicista pero en la práctica todavía hoy día, andan muchos gobiernos latinoamericanos implementando políticas de desarrollo que desatienden la necesaria integración de los factores culturales. Estos decisores padecen de “parálisis de paradigmas”.

Una planificación del desarrollo que no considere el potencial artístico y cultural, tradiciones, creencias, supersticiones, costumbres, necesidades e intereses socioculturales, bienes y valores patrimoniales y de la identidad cultural, estará destinada al fracaso. Un país que pretenda alcanzar niveles superiores de desarrollo, ha de partir del principio endógeno que lo concibe sustentado en las capacidades y energías creadoras de sus hombres y mujeres, como protagonistas del desarrollo.

Nuestro país necesita, en este sentido,  un viaje a su interior, a redescubrir sus energías transformadoras, su creatividad, y aprovechar su potencial cultural. Pues no habrá un desarrollo real de un país que no estimule sus empresas nacionales que no fomente la creatividad de su pueblo, ni fortalezca la producción, comercialización  y exportación de los productos nacionales, con un basamento humano y cultural.

El desafío del turismo cultural en la República Dominicana, puede ejemplificar esta problemática.

El sello de distinción de nuestro turismo, con respecto a otros destinos turísticos similares, ha de ser la autenticidad de nuestra cultura, concebido desde un enfoque sistémico y con apoyatura científica en la antropología y sociología culturales. Si el país no atiende con prioridad este fenómeno, la “locomotora de la economía dominicana” comenzará a fallar. Y es que el turismo de sol y playa, como tendencia mundial, está recibiendo la competencia fuerte del turismo ecológico y el cultural, entre otras tipologías turísticas. Es un reto el impulso al turismo cultural dominicano, aprovechando la riqueza cultural que poseemos, tanto desde el sistema institucional de la cultura como de nuestra riquísima diversidad de la cultura popular tradicional. Innumerables beneficios socioculturales y económicos traería al país: se incrementarían los empleos culturales, mejorarían las condiciones de vida de las comunidades ofertantes, las de nuestros artistas y de las instituciones culturales; aumentaríamos  ingresos a las arcas nacionales, difundiríamos nuestra cultura por todo el mundo, lograríamos niveles más altos de repitencia turística. Nuestros  grupos portadores de la tradición, dejarían de ser “piezas de museo” para convertirse en protagonistas del desarrollo económico de su país. Pero no es ver la cultura  como “valor añadido”: ¡No!, sino asumirla como dimensión transversal, en pos de una oferta turística genuinamente dominicana. Es el turismo cultural una de las industrias culturales mediante la cual se visibiliza más la dimensión cultural del desarrollo.

Y es que la dimensión cultural, marcará la originalidad del desarrollo dominicano, su distinción y posibilidades de éxito mediante la integración de los factores culturales, en la implementación de las tácticas y las estrategias por un desarrollo sostenible, original y auténtico que priorice las creatividades, vivencias, identidades, intereses y necesidades culturales que aproveche las capacidades creativas, el potencial cultural de nuestro encantador pueblo que es nuestra divisa mayor.

Urge un desarrollo esculpido por las manos de dominicanos y dominicanas, pintado con Los colores de la danza, a ritmo de merengue y bachata, guiado por la riqueza inmensa, por el latir profundo de la cultura de nuestro pueblo.

http://www.acento.com.do/index.php/blog/6937/78/El-rostro-humano-y-la-dimension-cultural-del-desarrollo.html